domingo, 27 de noviembre de 2011

Poco que perder

-¿Dónde vamos Papá?

- Al pueblo donde naciste, hijo.

Hacía más de diez años desde la última ocasión que pude recorrer las calles de mi querido pueblo, aquel donde yo había crecido, donde yo recordaba mis años de infancia en el barrio de San Roc, la Bassa de la Vila y La Cubanita.

De todo aquello, antes de tener que salir corriendo, ya no quedaba nada. El auge económico de los años ochenta y los noventa se habían llevado por delante años de historias y aventuras juveniles.

Ahora que estábamos camino de mi pueblo, recordaba y contaba a mi hijo con un hilo de nostalgia, como había un río que corría y permitía deambular por sus orillas mientras comíamos un chusco de pan con una barra de chocolate a la piedra, que se vendía en la panadería de Nelet. Un río donde se tenían que desplazar nuestros padres caída la noche, para llevarnos de la oreja hacia casa.

O como, en los primeros días del año, ante la festividad de Sant Antoni, la gente mayor abría sus corrales, para que, un grupo de chicos y chicas sacasen los enseres viejos y en desuso, y en lo que hoy es el parque más significativo del pueblo construyesen una gran hoguera compitiendo vorazmente con los otros barrios del pueblo.

-Papa ¿por qué nos fuimos de L’Alcora?

Yo, intentando pensar que respuesta darle, seguía recordando aquellos años felices en los que jugabas con niños, que de mayor difícilmente saludabas al cruzarte por la calle. Y me preguntaba cómo era la vida capaz de separarte, de aquello que formaba parte de tú crecimiento como persona. Pues aquello que te hacia crecer desde niño, que la adolescencia olvidaba, era lo que con la edad recordabas con mayor intensidad. Pero que solo cuando era un mero recuerdo, te llegaba con más fuerza. Quien pierde sus orígenes pierde su identidad.

-Por qué nos echaron hijo mio!! Alguien decidió que nuestro pueblo era el idóneo para albergar un gran monstruo de las galletas, que aquello que todos los habitantes de este país no era capaz de reciclar, reutilizar y reducir, debía ser quemado para beneficio de unos pocos.

Él me miró a los ojos. Yo entreví, por su expresión, que no era capaz de entender como se permitió tal monstruosidad.

-Hijo!! -Le dije yo-Te voy a contar una historia. Cuando supimos de las intenciones de poner en marcha al monstruo de las galletas, unos cuantos ciudadanos nos juntamos para intentar impedirlo.

-Pero, no conseguisteis nada, padre!!

Yo, herido, guarde silencio. Y transcurrido un tiempo empecé a contarle, como un grupo de gente se unió, y semana tras semana fueron aportando ideas y llevándolas a cabo, con el único fin de impedir que el interés de unos pocos destruyese toda la historia de un pueblo hecho así mismo, con su trabajo, con sus manos. El seguía sin entender. Y yo sin querer empecé a llorar.

-¿Por qué lloras padre?

-Por que tengo un gran recuerdo hijo, un gran recuerdo. A pesar de que tuvimos que marcharnos no olvidaré aquellos días!

-Sabes hijo!! Tú padre conoció a mucha gente que luchó por lo que creía que era justo. Se abrazó con ellos, se emocionó, lloró, rió y muchas cosas más que esperó que algún día, tú puedas vivir, hijo mío. Por mucho que puedas perder en una lucha, siempre te quedará lo que consigas vivir en ella. La gente que conoces y te acompaña, la gente que habías visto y no sabias lo que pensaba, la gente que no conocías e ignorabas y ahora aprecias y no olvidas. Y eso hijo mío nada en el mundo podrá arrebatártelo.

-Pero, ¿por qué no lo impedisteis?

-Lo intentamos hijo, de corazón que lo intentamos, pero eran tiempos difíciles y la gente era muy cómoda. No eran capaces de vislumbrar que es lo que iban a instalarles al lado de sus casas. No fueron capaces de entender que por mucho que la crisis económica les hubiese arrebatado, más les iba a exigir la crisis sanitaria que la instalación de la incineradora les iba a provocar. Un año en un hospital por un hijo enfermo, no lo compensaba, por nada en el mundo, diez años de sueldo medianamente justo.

No conseguimos que la gente entendiese la magnitud del problema, no conseguimos que entendiesen que todo no estaba perdido, que si luchábamos todos juntos, el monstruo no sería real, que. . .

-Desperté y lo tuve claro: No lo tenemos que permitir, no ho hem de permetre!!!!

Somos muchos los que no queremos tal monstruosidad, somos muchos los que luchamos por impedirlo y son unos pocos los que la quieren, así que ellos son los que tienen algo que perder, nosotros solo podemos ganar. Y ganaremos!!!!!


Gràcies per la comprensió, Raül Guardiola i Figols.



3 comentarios:

  1. no ho em de permetrem!!!! Barbosaaaaaa!!! Prepara a la gent...

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  2. Que palabras tan bonitas, habeis llegado a emocionarme con ellas. Por cierto, yo que llegué unos años después... el chocolate no lo ponían en el chusco de pan, sino en el panquemao comprat en Salvador (tengo que decir...que nunca med gustó, pero como a mi primo Manuel le encantaba y yo todo lo hacía él me tenía que copiar, pues panqueamo per a mejar jajajja)

    Que bonito es recordar.

    Y también añadiría, la pena de que algunos consideren que tenemos algún interés detrás de nuestra lucha. La cual si que existe, pero es para todos.

    En fin, un deu.

    Grasies!

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  3. Quan el veus per fora sembla una persona dura, però si raspes una miqueta veus que el seu coret es tan gran i tendre, i tan capaç de compartir-ho....

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