Los proyectos fallidos. La Generalitat
Valenciana apoya la construcción de al menos tres incineradoras de residuos
para dar salida a las basuras urbanas de toda la Comunitat Valenciana. Asegura
que es la mejor opción, pero ninguno de los proyectos anteriores obtuvo
consensos para cuajar.
La historia de las
incineradoras de residuos en la Comunitat Valenciana es la historia de un
fracaso y el anticipo más claro de la instrumentalización política de un tema
capital que más tarde se evidenció abiertamente con motivo del debate sobre el
Plan Hidrológico. Antes que el trasvase fueron las incineradoras y ni uno ni
otras se han abierto paso en la geografía valenciana.
La consellera Isabel
Bonig ha vuelto a poner en el debate político la conveniencia de poner en
marcha hasta tres incineradoras de Residuos Sólidos Urbanos (RSU) después de
que su formación política, el Partido Popular, haya torpedeado un proyecto para
residuos industriales aparentemente maduro, aunque muy discutido, como el de
L'Alcora, o paralizado a medio camino el proyecto de incineradora de RSU en la
Vall d'Alba, también en Castelló.
Sin embargo, no hay nada claro todavía. Hace
cinco años, el director general de Calidad Ambiental, Jorge Lamparero, con
competencias más o menos declaradas sobre residuos desde los tiempos del Pacto
del Pollo (PP-UV), en 1995, comentaba a sus colegas autonómicos durante un
viaje a Praga que iba a construir "si o sí" tres incineradoras en la
Comunitat Valenciana. Hace tres años, la opción más clara-y así se anunció- era
quemar los residuos en las cementeras de Buñol, Sagunt y San Vicente. Ahora
vuelven con fuerza las incineradoras.
Desde 1990, cuando el cierre del entonces
vertedero del área metropolitana de Valencia, en Basseta Blanca (Riba-roja), planteó la
"urgente necesidad" de construir una incineradora de RSU, los
fracasos se han acumulado en el marcador del PSOE y, sobre todo, del Partido
Popular, que gobierna con mayoría absoluta en la Generalitat Valenciana desde
1995.
La historia
"interminable"
Alcaldes del Partido Popular, empujados por su propio
partido, han apoyado la incineración para ver como después les abandonaban a su
suerte las mismas instituciones que le propusieron el proyecto. Otras veces han
sido alcaldes del PSPV los que han aceptado el "sacrificio" de
albergar una incineradora en contra de su partido y con el favor inicial -a
veces disimulado-de la Generalitat. Ni uno ni otro tipo de proyectos han
prosperado, en parte por la ineficiente gestión política, por la presión
vecinal y ecologista y también-y esta es la historia menos conocida del fracaso
de las incineradoras- por la guerra, las más de las veces sucia, declarada
entre las grandes empresas de residuos y constructoras, ávidas de ganar
concursos que son, en la práctica, un monopolio de ingresos garantizados
durante décadas, según fuentes del sector.
Aldaia, donde desde hace décadas se
sitúan las instalaciones de tratamiento de Fervasa, fue la primeras candidata
fracasada a albergar una incineradora para los RSU de Valencia y su área
metropolitana. Rita Barbera o más recientemente el presidente de la Generalitat
Valenciana, Alberto Fabra, partidarios de la incineración se han llenado la
boca sobre la inocuidad de las instalaciones recordando que grandes ciudades
como Paris o Viena tienen incineradoras, pero ni una las quiere cerca de
Viveros ni el otro en el parque Ribalta. En Valencia hay, de hecho, una
incineradora de lodos en la depuradora de Pinedo, pero nunca ha funcionado.
A
Aldaia se siguieron Manises, Picassent, Montserrat, Sagunt, Torrebaja o la Vall
d' Alba mientras que desde hace unos meses se habla con insistencia de Caudete
de las Fuentes.
Mientras, los Serratosa se estrellaban estrepitosamente en
Buñol en su intento de construir una incineradora de residuos industriales en 1994
y ni siquiera la otrora poderosa Sedesa fue capaz de sacar adelante una
incineradora industrial en Zarra, donde también la Diputación de Valencia
fracasó cuando propuso una "instalación medioambiental" que olía a
incineradora de RSU.
Otros fracasos sonados fueron los de las incineradoras de
residuos sanitarios que se proyectaron para el antiguo hospital de La Fe en
Valencia o en Agost, que le costó 7 años y medio de inhabilitación a su alcalde
por retirar una licencia que ya había concedido en 1995. Así son las
incineradoras: siempre acaban quemando.
Fuente: J. Sierra/lLevante emv
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